Una gran desilusión

1 – 2 de febrero

Estamos de vuelta en Puerto Natales y nos lo tomamos con calma. Necesitamos vacaciones para descansar de las vacaciones 😊

Me paso por un barbero y me hace un corte de cabello “desastre”. Parezco un punk pero en feo. No os voy a enseñar ninguna foto, pero a partir de ahora hay que ir con gorro.

A la mañana siguiente partimos al sur, hacia Punta Arenas (todavía en Chile), donde nos espera un hotelito mono y caro. Hay que decir que me gustan mucho más los precios argentinos que los chilenos. De camino, nos detenemos en la Estancia Olga-Teresa para disfrutar de un asado de cordero y poder observar una colonia de cóndores desde “arriba”, o sea, desde la cima de un cerro. Los cóndores se posan en los cortados del cerro, unos cuantos metros por debajo de la cima. Este cerro se encuentra en los terrenos de la Estancia, soliendo albergar unos 200 especímenes. Como os podréis imaginar, la visita para ver cóndores no es gratuita. También se pueden ver desde la base del cerro, con prismáticos, en una visita mucho más económica. Sin embargo, para un fotógrafo las tomas desde arriba son mucho más espectaculares y raras, por lo que aflojamos el bolsillo y para arriba que vamos. El acceso se realiza por una senda solo apta para vehículos todo terreno y de una duración de 20 minutos. Para ahorrar costes (50 €) subimos con nuestro coche, siguiendo al buggy del guía (somos los únicos que subimos).

Dos corderitos asándose para la comida

¡Qué camino más chulo! Yo me lo pasé muy bien, Marita parece que no tanto, agarrada con las dos manos y chillando de vez en cuando. Pero, oh desilusión, arriba sopla tal viento que es imposible mantener la cámara estable. Lo intento con el trípode y el viento tira el trípode con la cámara y, a pulso, el viento me tira a mí. De todas formas, los cóndores no están por la labor. De los 200 bicharracos sólo hay tres que parece que prueben la fuerza del viento, con vuelos cortos y lejanos a mi posición.

Imposible de enfocar con el maldito viento. Parece un condor, ¿no?

El guía dice que es raro porque a los cóndores les gusta el viento, pero me parece que este viento es demasiado hasta para ellos. Después de una hora luchando con el viento, desisto del empeño de fotografiar a unos de los emblemas del continente y nos volvemos. Resumiendo, un desastre. Por lo menos el camino de vuelta es divertido.

De pie me tiraba el viento. ¿Vosotros veis algún condor?

Hacer notar que Marita, después de apenas un par de minutos en la cima del cerro, se volvió al coche para echar una siestecita.

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