23 – 24 de enero
Estamos en Chile. Nos ha bastado media hora para pasar el paso fronterizo “Dorotea”. Una hora después estamos en Puerto Natales, punta de lanza para aquellos que visitan el Parque Nacional Torres del Paine. Esta pequeña ciudad, situada en los fiordos chilenos, vive del turismo mochilero. Hay hostales por todas partes, bastantes restaurantes y la mayoría de los turistas son caucásicos jóvenes. Como todas las ciudades de la Patagonia por las que hemos pasado, esta también es fea. Sin embargo, las vistas desde el paseo marítimo son preciosas.

Nos quedamos dos noches aquí antes de la gran caminata. Y es aquí donde notamos la primera gran diferencia entre Chile y Argentina: la comida. Hemos bajado por la costa atlántica argentina, donde se supone que tienen buen pescado y marisco. Pero hemos estado en restaurantes de pescado donde si hubieseis visto la carta, os hubiera dado pena. De tres a ocho opciones como máximo. Típico: camarones (similar a gambas grandes) rebozados, almejas grandes rebozadas, merluza rebozada y tal vez atún o salmón. El producto es bueno, pero la variedad y su preparación, muy limitada. En contrapartida, el primer restaurante al que fuimos en Puerto Natales, que no era de pescado, tenía más variedad en platos de pescado y marisco. Pescado sin rebozar y exquisito. Hemos probado otros, todos buenos y he comido hasta centollo. En Argentina tienen las empanadas (nuestras empanadillas), que están muy buenas, las milanesas (de carne o merluza) en varias preparaciones y la carne. Le añades las pizzas, que aquí son de masa muy, muy gruesa y algo de pasta italiana y ya está. Mucha más variedad no hemos encontrado todavía.
